EMOCIONES FUERTES
Acostumbramos a reunirnos una vez al año.
Solo la amistad cultivada durante los 12 años escolares, no ha permitido distancianciarnos, al contrario, nos permite conversar de nuestros logros y frustraciones sin alardes de prosperidad y sin ocultar la vergüenza por estar en menor escala social frente a otro amigo, es lindo sentirse todos iguales como en los viejos tiempos cuando el querer ser algo y poder serlo eran ilusiones
.
Sin embargo, en la última reunión sucedió algo muy especial; el tema fue decantando hasta llegar a las aventuras emociones fuertes, de aquellas que son más impactantes y con más descarga de adrenalina, inolvidables y que van más allá de las trilladas conquistas amorosas en algún país lejano.
Después de un silencio y haciendo tintinear el hielo en un vaso de whisky, Eduardo en voz baja y con la mirada lejana empezó a contar que en un viaje de negocios, en un país del África, en el Sahara, montado en un camello; agregó que montaba un animal por primera vez en su vida, (fuera del palo de escoba que oficiaba como caballo en su imaginación de niño), y compitió en una carrera y por cortesía de los anfitriones, por milagro de Alláh, o por el más simple y natural terror pánico: ganó; pues al perdedor, por tradición ancestral lo castraban..
A raíz de su triunfo, pudo realizar una magnífica venta.
Coincidimos en que fue una linda aventura y: ¡salud!
¡SALUD!!!!..
Raúl, profesor - investigador de botánica de la Universidad, en una expedición en un río amazónico, la piragua volcó por la turbulencia en la convergencia de dos ríos
por suerte las pirañas, tenían preferencia por la carne de los remeros nativos y Raúl escapó ileso, sano y salvo por milagro de los dioses de la selva
Hubo aplausos y: ¡¡¡Salud!!!!! Coincidimos todos en que fue una hazaña.
Claudio, próspero hombre de negocios, relató que volando de Suiza Italia, contemplando maravillado los Alpes, su deleite estético se vio bruscamente interrumpido por la falla de un motor del avión, el que inició un descenso en 45 grados, en medio del griterío de las viejas, de las mojas que citaban a más santos s que los que hay en una guía telefónica y en el silencio de aquellos que tenían conciencia de: ¡Aquí cagamos luche!, la moderna aeronave rozó una pendiente de nieve en igual inclinación y empezó a patinar ladera abajo hasta que el nivel del suelo de hizo horizontal y se detuvo al enterrar la nariz en un montón de nieve
Claudio contó que el terror de esos momentos eras inexpresable porque el estómago lo tenía en la boca, la mente concentrada en no cagarse de miedo pero orinó igual, no invocó a ningún santo porque sólo veía pasar por su ventanilla nubes de polvo de nieve; fueron minutos de terror difíciles de olvidar y además haber tenido una suerte increíble al sumarse los factores de la caída del avión.
Junto con tomarnos un trago, todos coincidimos al unísono que fue una experiencia increíble.
¡¡Salud!!!!...¡¡¡Salud!!!
Mis amigos clavaron sus ojos en mi, y por primera vez me sentí incómodo, pues trabajo en una oficina y nunca he viajado y la posibilidad de tener aventuras es algo muy distante en mi vida rutinaria, por lo cual, con cierta vergüenza, relaté lo siguiente, anticipándome a que iba a recibir palabras piadosas de admiración, pero más falsas que billete de 13 pesos.
Ustedes saben que tengo un gato, que se llama Platón, bueno, es como tradición, como cosa folklórica, que los gatos no se bañan porque en la saliva tienen un asunto que los limpia y desinfecta
Bueno, un día mi cuñada, con la diplomacia de siempre, me dijo al despedirse que el gato estaba fétido y el simpático de mi concuñado agrego que debía bañarlo de vez en cuando, agregando, con cierta gracia según él (por la sonrisa idiota con que lo dijo): que tomara precauciones
Decidí bañarlo un sábado en la tarde, aprovechando el tiempo libre, pues mi mujer visita asu mamá
Sorprendí de reojo, una mirada cómplice, como de conmiseración entre mis amigos, pero ya estaba lanzado en mi pobre relato así es que seguí adelante:
Recordé la experiencia que tuve cuando quise darle vitaminas y se defendió como gato de espaldas, por lo cual ahora eché manos a mi logística y primero preparé el baño, poniendo un poco de agua tibia en las tina, colgando a mano una toalla, y dejando el frasco de shampoo en el borde de la tina,, les cuento que elegí el mejor, el que usa mi mujer para ocasiones especiales, es decir nunca, y que contiene Aloe Vera, esencia de Cardamomo e incluso colágeno HP (sepa moya que mierda es eso pero así lo dice la etiqueta y en letras doradas).
Luego, a falta de mascarilla de rugbista americano, me puse un colador Tupperware verde, y por si acaso, como casco un bol, recuerdo que era de color morado, pero pensé que los gatos no tenían sentido estético y lo que importaba era la protección. Felizmente me puse los guantes amarillos y me acerqué a Platón. Este no se fijó en mi atuendo y se puso a runrunear.
(Confieso que en esta etapa de mi relato las mentes de mis amigos viajaban por otros mundos).
Entré al baño con el gato en brazos, y ahí me di cuenta que no llevaba botas de goma, pero con un gato en brazos y a esas alturas en posición de semialerta, tuve que meterme con zapatillas a la tina, cerrar con el codo la puerta del showing door y meter a Platón al agua, sujetarlo suavemente con una mano, con la otra, tirarle un chorrito de champú, dejar el frasco en el borde de la bañera, abrir la llave del agua tibia, tomar la ducha teléfono y entre refregarle el champú y mojarlo, todo anduvo casi perfectamente sincronizado, pero simultáneo a eso, vino todo en un todo en un bloque. El animal dio un maullido, se dio vuelta en el aire, clavando todas las uñas desde la ingle de mi jean abajo, gritar por la clavada de uñas, era perder parte de la coordinación muscular que pensaba, necesitaría para controlar la situación, por lo tanto, dejé caer otro chorro de champú ,solté el maldito frasco, y desprendí al gato de mi pierna, el que salió con media pierna del jean, como quien pesa un plátano, tomé la ducha portátil, que desparramaba agua para todos lados, pudiendo allí comprobar lo que nos enseñó el viejo de física sobre lafuerza del agua saliente, y traté de proceder al enjuague. Ahí me di cuenta que un gato gordo, esponjoso, suave, cuando está seco, se transforma mojado en una gelatina flaca y aceitosa, se le pierden la patas, el cogote, la cola y el pellejo no permite agarrarlo como manilla, y con guantes de goma, menos aún.
Además comprobé que al segundo chorro de agua, un gato motiva al gato a saltar, y llegó de un solo brinco hasta mi casco improvisado, resbaló en él y con una uña quiso sujetarse del lóbulo de mi oreja, el que no resistió y me lo partió en dos, si siquiera me dejó un hoyo, lo que habría permitido ponerme un aro como se usa ahora
Plató, cayó al agua y fue como golpe de corriente: salió lanzado como flecha, vertical y se agarró de mi ingle y una uña; una sola, nada más que una, se clavó en mi escroto
Les juro que si los romanos hubieran descubierto crucificar colgando del escroto a sus víctimas, habrían sido los campeones del tormento
.a dos manos lo desprendí de un tirón, con mi bramido de dolor correspondiente, de curvé de dolor, me resbalé en la tina por las malditas zapatillas Puma, me fui de escandas y se fue a las mierda la puerta del showing door, mientras trataba de no caer, me había sujetado de la manguera de la ducha telefónica, la que arranqué de cuajo. Al menos en mi caída agarré la toalla que tenía programada para secar a Platón y me la puse en la oreja la que sangraba a chorros, eso con una mano, con la otra, trataba de echarme airecito siquiera en mi testículo
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Como pude, abrí la puerta del baño y salí a buscar auxilio, pero el gato apretó cueva como alma que se la lleva el diablo, esquivando el puntapié que le mandé, y que contribuyó a quedando en un pie, me que resbalara y cayera de espaldas y al sujetarme el lavamanos, caímos juntos, con sendos chorros de agua
Es curioso, pero los 15 días que estuve en cama, entre vacunas antirrábicas, con dos puntos en la oreja, con curaciones diarias desde la ingle al tobillo por los surcos que me dejó el maldito, con un testículo como palta en tamaño y en color, no así en dolor, Platón, esos 15 días se los pasó sentado como estatua egipcia, sobre el televisor, con sus ojos amarillos entrecerrados, mirándome fijamente, y, además agravando más mi situación el hecho que mi mujer no creyera que mi testículo y los rasguñones me los había hecho Platón, sino que tenía la férrea convicción que había sido otra.
Después de un largo silencio del grupo, Tito en voz con tono pensativo y musitante: les iba a contar que en Nueva York iba en el ascensor entre los pisos 70 y 71
..pero creo no vale la pena mi aventura en comparación con la tuya
y en voy con tono de envidia dijo:¡¡¡Por tu aventura SALUD Y AL SECO !!
¡¡¡SALUD!!! Dijimos a coro.
Dr. Sergio Gacitúa Montecinos.
Octubre 1996